sábado, abril 26, 2025
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Los secretos de nuestros padres

La nueva novela de Jorge Fernández Díaz invita a preguntarnos sobre los silencios de la generación que nos precedió

El hijo sabía que había un único momento en el que él y su padre parecían habitar el mismo universo: cuando se sentaban frente al televisor a ver las películas de Cine de Súper Acción y Hollywood en castellano. La ceremonia se repetía todos los sábados sin demasiada alharaca, una complicidad vacía de gestos amorosos y escasa de palabras. “Yo me sentía, la mayor parte del tiempo, intimidado por sus silencios, que eran un verdadero abismo entre nosotros”, escribe Jorge Fernández Díaz en El secreto de Marcial (Destino), la deliciosa novela que acaba de ganar el Premio Nadal en España y ya es best seller.

Fernández Díaz aborda la relación con su padre, un inmigrante asturiano que trabajaba de sol a sol como mozo de bar, y lo hace a partir de dosis de realidad y ficción en proporciones que sólo él y su hermana conocen. Por lo pronto, aquellas tardes de cine en blanco y negro en una casa de Palermo Pobre eran tan reales como la aridez de Marcial, a quien Fernández Díaz recuerda como integrante de una generación de varones que se partía al medio antes de decirle “te quiero” a un hijo.Portada de "El secreto de Marcial", novela de Jorge Fernández Díaz. Precio: 24.900Portada de «El secreto de Marcial», novela de Jorge Fernández Díaz. Precio: 24.900

Leo el retrato de Marcial y pienso inmediatamente en Víctor, mi padre, un hombre nacido en Cisternino, al sur de Italia, y que cumplió el primer año de vida en el barco que lo trajo a Buenos Aires. Él también era escaso en palabras y en demostraciones de afecto. Él también se decepcionó cuando supo que su hijo no sería médico ni abogado sino periodista. Él también manifestó un discretísimo orgullo cuando me vio firmando los primeros artículos en un diario.

Hubo, en mi infancia, momentos en los que parecíamos habitar el mismo universo: cuando me llevaba a la cancha (era de Boca, pero consentía en acompañarme a ver a San Lorenzo) o cuando había una pelea de boxeo por el título del mundo. Como Fernández Díaz ante Marcial, muchas veces sentí que entre mi padre y yo existía un abismo. O, peor, sentí que él era el abismo: más que un hombre, la profundidad ancha e insondable que yo debía saltar para convertirme en adulto.

La novela habla de un secreto del padre que el hijo, casi como un detective, terminará develando. Entre mi padre y yo también hubo un secreto. La última vez que lo vi con vida fue el 31 de diciembre de 1995. En la cena de fin de año intenté convencerlo de que conociera su pueblo, Cisternino, al que yo había ido en 1990. Me ofrecí a acompañarlo. Le hablé del trullo donde había nacido, que aun seguía intacto en la vía Tanzarella. Pero él, nada. Ni un sí, ni un no: un abismo.

Al otro día, mi padre y mi madre se fueron a Mar del Plata. Pasaron enero y febrero en un pequeño departamento alquilado. No hablamos en todo ese tiempo. Volvieron el 1 de marzo y esa noche mi papá murió de un infarto. Cuando desarmé sus cosas, encontré en su prolija agenda un recorte del diario Clarínera un aviso reciente de Alitalia que promocionaba vuelos en oferta para jubilados. Víctor, como Marcial, guardaba un secreto. Allí estaba.

Fuente: https://www.clarin.com/opinion/secretos-padres_0_JBNhBs0JRD.html

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