La casa de remates que se convirtió en el primer shopping de la ciudad
Es recorrido por un promedio de 9000 personas cada día. Y hoy es uno de los principales centros comerciales de la ciudad de Buenos Aires. Ubicado en la calle Posadas al 1200, en Retiro, el Patio Bullrich —hoy propiedad de IRSA— fue inaugurado el 15 de septiembre de 1988. Sin embargo, antes de convertirse en el primer shopping porteño era un gran espacio donde se remataba ganado en pie.
Según explica Juan Ignacio Ruffa, arquitecto especialista y magíster en Historia y Crítica de la Arquitectura, su historia comenzó con Augusto Bullrich, quien llegó a Buenos Aires en condición de prisionero de guerra alemán, capturado durante la guerra del Brasil, disputada entre la Argentina y el país vecino en la década de 1820.
“Con los años, la familia de este inmigrante gozaría de cierta prosperidad. Ya que el joven Adolfo, hijo de Augusto y mayor de siete hermanos, luego de una temporada de estudio en Europa y, tras enrolarse en el ejército y participar de la batalla de Pavón, creó su propio negocio al fundar, en 1867, la Casa de Remates Bullrich, que tiempo más tarde llevaría nombre propio: Adolfo J. Bullrich y Cia”, detalla Ruffa, quien además se desempeña como profesor de la carrera de Arquitectura de la Universidad Católica Argentina (UCA).
En un principio, la casa se ubicó en la Recova Nueva, sobre la calle Victoria (hoy Hipólito Yrigoyen) entre Defensa y Bolívar. Cuenta el especialista que ahí se realizaban las principales subastas de la ciudad: obras de arte, alhajas, esculturas, barcos, carrozas, mobiliario o propiedades urbanas. Pero, tiempo después, con el posicionamiento de la Argentina como país agroexportador, la firma creció exponencialmente con la venta de ganado.

Sin embargo, Ruffa asegura que el salto definitivo lo daría gracias a la Campaña del Desierto. “La mayor parte de las más de seis millones de hectáreas obtenidas tras la estratégica jugada de Julio Argentino Roca pasaron por Adolfo Bullrich”, advierte.
La epidemia de fiebre amarilla que azotó a la ciudad hacia fines del siglo XIX aceleró el crecimiento de la casa de remates ya que fomentó la mudanza de las familias más pudientes hacia el norte. “Los Bullrich eran quienes sellaban los loteos de nuevos barrios de lo que hoy conocemos como Barrio Norte y Palermo”, aclara.
Con el tiempo, la figura de Adolfo Bullrich adquirió mayor notoriedad debido a que hacia finales del siglo XIX llegó a ser intendente de la ciudad de Buenos Aires (1898-1902), durante la presidencia de Roca. “Allí realizó una respetable gestión, propició el crecimiento y modernización en cuestiones de infraestructura urbana, higiene y construcciones que se volverían emblemáticas para una ciudad que viraba hacia convertirse en uno de los principales centros globales”, añade Ruffa.
Durante su administración se avanzó con las construcciones del Teatro Colón, la sede del Congreso y el Palacio de Justicia que fueron inauguradas en intendencias posteriores.
Espíritu comercial
La sede de la Casa de Remates Bullrich, donde hoy se ubica el mencionado shopping, se inauguró en 1921. Al momento de su apertura, la Argentina transitaba el período de presidencias radicales a cargo de Hipólito Yrigoyen (en dos oportunidades) y Marcelo Torcuato de Alvear. Destaca Ruffa que la arquitectura por aquellos años seguía manteniendo un perfil clasicista, tanto en las obras públicas como las privadas de los grandes proveedores de servicios.
“Son los años del Palacio Paz, hoy Círculo Militar; el Palacio Ortiz Basualdo, hoy Embajada de Francia; el Salón Dorado del Palacio Anchorena, obra de Alejandro Christophersen, que hoy es la Cancillería de Buenos Aires. Mientras que la década de 1930 sería bisagra en la arquitectura local. Múltiples factores, como el advenimiento del hormigón armado y nuevas ideas rupturistas contribuyeron de manera simultánea a un cambio de paradigma y a una ruptura con el pasado”, señala el profesor de la UCA.
Añade que la casa de remates contaba con 4000 m² cubiertos y la capacidad de albergar a unos 200 vacunos. El proyecto fue desarrollado por el arquitecto Juan Abel Waldorp, quien proyectó una serie de edificios en la ciudad que podrían catalogarse como neoclásicos. Era hijo del ingeniero holandés Jan Abel Adriaan Waldorp, quien estuvo a cargo del rearmado del Pabellón Argentino del Centenario que el país exhibió en París y también realizó obras de infraestructura como un puente levadizo en Ensenada.

Sobre la fachada de la casa de subastas en la avenida Del Libertador, se destacaba una clara simetría enfatizada con el nombre Bullrich en el centro. “Se desarrolló con una estructura clásica de basamento, desarrollo y remate, y donde en el basamento, la recova que acompañaba ese perfil urbano de la ciudad, le servía para recortar una fachada que de lo contrario se emparentaría con un palacio florentino”, explica el arquitecto.
Mientras que destaca que la utilización de elementos clásicos como los frontis, los arcos de medio punto, los almohadillados, ubicaban a este edificio en una arquitectura que comenzaba a concluir por aquellos años en la ciudad, que dio paso a nuevas interpretaciones más simples y menos ornamentadas.
La consignataria de ganado se mantuvo en funcionamiento durante casi seis décadas hasta que cerró sus puertas en 1980; pocos años después, en 1988, se inauguraba el primer shopping center de la ciudad porteña.
Patrimonio como leitmotiv
Sobre la arquitectura de los shopping, Juan Antonio Lázara, director de Letras, Patrimonio, Radio y Televisión del Fondo Nacional de las Artes (FNA), sostiene que la tipología de los malls, que nosotros llamamos shoppings, es original de Estados Unidos de fines de los años 50 con la expansión de posguerra. Aunque aclara que, en realidad, se remonta a los grandes espacios comerciales cerrados del norte de Europa de la baja Edad Media, en donde se necesitaban grandes espacios cerrados que protegieran de las condiciones climáticas hostiles para comerciar.
“En la Argentina, esa moda llegó tarde, hacia inicios de los años 80 y la mayoría de los primeros shoppings se ubicaron dentro del tejido urbano con excepción de Unicenter. Además, a diferencia de Estados Unidos, el shopping argentino apuntaba a sectores medio altos de alto consumo”, señala el especialista en artes.
Considera Lázara que el shopping center argentino se caracteriza por ser un espacio en donde se mezclan cinco tendencias de la historia de la arquitectura de nuestra época.
Una de ellas es la posmodernidad historicista, de fines de siglo XX e inicios del XXI que se inclina a imitar y replicar y exagerar recursos estilísticos y decorativos del pasado. “Es así que en los shoppings se pueden ver mezcla de elementos egipcios, neoclásicos, barrocos y una tendencia a la restauración superficial de espacios antiguos como se hizo en la mayoría de los centros comerciales, que antes eran otros espacios y se refuncionalizaron”, aclara el referente del FNA.
La segunda es el neorracionalismo, una tendencia a lo despojado, que evoca con mayor exageración al movimiento moderno racionalista de inicios de siglo XX.
Luego la arquitectura industrial: “La mayoría de nuestros shoppings son espacios que antes cumplían otras funciones como mercados de abasto, fábricas o, como en el caso de Patio Bullrich, casa de subastas. Estos espacios, propios de fin de siglo XIX y principios del XX, predominan los materiales de nuestra revolución industrial tardía en donde las estructuras de hierro y vidrio son las protagonistas. A partir de los años 30 se incorporará en estas tipologías el hormigón armado. Los arquitectos posmodernos intentaron aprovechar estas estructuras reciclándolas casi siempre dando prioridad al aspecto comercial más que patrimonial”, advierte Lázara.
En tanto que otra de las tendencias que se observa en estos centros comerciales es el deconstruccionismo. “Este mezcla todos los estilos del pasado con las últimas tendencias neorracionalistas, minimalistas. Los shoppings son deconstruccionistas porque todo parece desestructurado y confuso. El deconstruccionismo presenta espacios interiores laberínticos para que las personas se pierdan y en donde la única certeza y espacio seguro es el del comercio de grandes marcas que se distribuyen dentro de estos laberintos”, añade.
Por último, aparece el kitsch, que se caracteriza por una decoración recargada, con tendencia a lo dorado, al metal brillante, a los colores estridentes, al falso oro.

A su vez, Lázara advierte que poco se conoce sobre la existencia de un proyecto previo para la construcción del Patio Bullrich que no vio la luz. “Tengo en mi archivo personal una copia del boleto de compra del solar que adquirió Nicolás Maccarone, titular de la empresa constructora Ingenieros Maccarone, el 27 de mayo de 1983, el inmueble de Av. Libertador 750. La operación se concretó en 150.000 millones de pesos, que en la época que el dólar se cotizaba 100.000 pesos/dólar equivalía a un millón y medio de dólares. Cabe aclarar que, en junio de ese año se había iniciado la quita de cuatro ceros en un contexto de creciente inestabilidad cambiaria. Como nota pintoresca se incluyen dos líneas telefónicas de la desaparecida ENTel en la compra”, cuenta.
Y explica que, junto a ese boleto de compra, se adjuntaban unos croquis que presentaban un primer proyecto que luego fue descartado. En el mismo lo importante no era el shopping sino dos cuerpos edificios de departamentos, uno cuyo frente daba a la avenida Del Libertador, de 15 pisos de altura, y otro hacia la calle Posadas, de 18 plantas.

“Entre los dos edificios se ubicaba el salón de remate de ganado, esta estructura de hierro y vidrio se iba a refuncionalizar como espacio con solo 30 locales”, añade. Y detalla que el resumen del primer proyecto constaba de 93 cocheras, 61 locales comerciales y 264 departamentos de uno y dos ambientes. Además se preveía la apertura de un café concert, un gimnasio, baños turcos, un salón de belleza, una sucursal bancaria, sucursal de correo, micro cine, teatro, boîte, snack bar y restaurante.
Sin embargo, el proyecto que finalmente se concretó fue el del Juan Carlos López y Asociados, que según explica Lázara fue el arquitecto pionero en introducir la tipología del shopping en la Argentina. Y sostiene que el Patio Bullrich fue el primer shopping urbano en donde el proyecto está constituido por tres cuerpos: el cuerpo que da al frente de avenida Del Libertador, en donde se conservó la fachada neoclásica del arquitecto Juan Waldorp, autor de muchos edificios importantes de estilo neoclásico. Este era hijo y nieto de ingenieros holandeses con extensa trayectoria en obras civiles utilitarias y portuarias de argentina. “Waldorp también proyectó numerosas escuelas primarias de sólida identidad neoclásica que aún se conservan en muy buen estado”, agrega.

Detalla, además, que el espacio intermedio, que era una estructura sólida de hierro con cubierta vidriada para el remate de hacienda, fue reciclado y convertido en espacio comercial de varios niveles conservando detalles y estructuras férreas que otorgan identidad al shopping. “Asimismo se conservó el antiguo reloj del salón de ventas aunque en otra ubicación bien visible”, señala. Mientras que el cuerpo que da a la calle Posadas y que es el sector nuevo se confeccionó una recova posmoderna intentando dar un sentido de unidad al conjunto.
Sostienen desde IRSA que el 1° de octubre de 1998, el Patio Bullrich fue adquirido por la compañía en 73 millones de dólares. Actualmente, el shopping combina historia, moda y gastronomía y reúne una propuesta variada de marcas nacionales e internacionales en 77 locales y 7 puntos gastronómicos.

“Tal vez el mayor mérito de Juan Carlos López (1938-1996) fue interpretar los cambios en la arquitectura comercial de fines de siglo XX. Todas sus intervenciones fueron exitosas comercialmente y, dentro de la pérdida patrimonial inevitable de las estructuras recicladas, López no fue el peor. Tanto las Galerías Pacífico, levantadas en 1992, como Patio Bullrich, inaugurado en 1988, ambas de su autoría, son consideradas obras comerciales donde el patrimonio intentó ser tomado como el leitmotiv de los conjuntos. En Montevideo remodeló una vieja cárcel (1994) y logró un exitoso Punta Carretas Shopping Center”, finaliza Lázara.