martes, julio 2, 2024
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La bandera no se izó un 20 de junio ni Aurora se escribió para el símbolo patrio

La diferenciación entre la bandera con sol y sin sol que introdujo Roca generó una nueva polémica: ¿cuándo se debía usar cada una de ellas? ¿Y quiénes estaban autorizados a hacerlo?

Según el decreto de Roca, la bandera argentina con sol podía ser usada únicamente en los edificios públicos de la Nación, fortalezas, buques de la Armada y en el Ejército, mientras que el resto de la ciudadanía en general podía usar la sin sol solo en fiestas públicas y en conmemoraciones patrióticas. Pero parece ser que con el transcurrir de los años, las confusiones sobre el uso de la bandera (o de las banderas) fueron en aumento. Una muestra de eso es lo que quedó establecido mediante sucesivos decretos en la década de 1940.

El 4 de junio de 1943, estalló en nuestro país un nuevo golpe de Estado, el segundo de nuestra historia, que puso en funciones en la presidencia de la Nación a Arturo Rawson. Tres días más tarde asumió, también de facto, el General Pedro Pablo Ramírez. Doce días después de llegar al poder, Ramírez se vio en la necesidad de lanzar un decreto, el N°1027/43, en donde estableció, entre otras cosas, que la bandera de la nación es la bandera con sol, aprobada por el Congreso Nacional el 25 de febrero de 1818, que tienen derecho a usarla el gobierno federal como así también los gobiernos de provincias y de territorios nacionales no debiendo quedar nunca izada de noche, y por último, determinó en su Artículo 3° que los particulares solo podían usar los colores nacionales en forma de bandera pero sin sol, “debiéndose rendir siempre el condigno respeto”.

Al año siguiente, el sucesor de Ramírez, el General Edelmiro Farrell, también gobernante de facto, decidió, con un marcado corte nacionalista, lanzar un decreto, el N° 10.302/44, para establecer de esa forma los símbolos nacionales. Así por ejemplo dispuso el uso del Escudo, del Himno (tanto en letra como en música), de la banda presidencial y, obviamente también, de la bandera nacional.

Ratificó lo que ya se venía exponiendo desde hacía varios años en cuanto a los colores del emblema nacional, siendo el “celeste y blanco con que el General Belgrano creó el 27 de febrero de 1812 la primera enseña patria”, con un sol en el centro de la banda blanca, de acuerdo a lo dispuesto por el “Congreso Nacional de Tucumán reunido en Buenos Aires el 25 de febrero de 1818″.

"Alta en el cielo" (Planeta, $25.900), de Lucas Botta
«Alta en el cielo» (Planeta, $25.900), de Lucas Botta

Pero en cuanto al uso de la misma, Farrell dejó en claro una distinción:

Tienen derecho a usar la bandera oficial, el Gobierno Federal, los Gobiernos de Provincias y Gobernaciones. Los particulares usarán solamente los colores nacionales en forma de bandera, sin sol, de escarapela de estandarte, debiéndoseles rendir siempre el condigno respeto.

Este artículo es una copia exacta de lo que había decretado el año anterior el presidente Ramírez. O sea, hasta el momento seguíamos sin cambios, pero la necesidad de ratificar este tipo de decisiones estaba más que clara porque, en la práctica, no todo funcionaba de acuerdo a la norma.

Quien finalmente se encargó de terminar con la diferenciación entre bandera de guerra (con sol) y bandera civil (sin sol) fue el presidente Raúl Ricardo Alfonsín, quien en 1985 promulgó la ley N°23.208 en donde derogó los citados artículo 3° del decreto 1027/43, artículo 3° del decreto 10.302/44 y artículo 2° del decreto del 25 de abril de 1884 de Julio Argentino Roca.

El punto en común que unía a todos esos artículos de decretos derogados es que prohibían el uso de la bandera con sol a la ciudadanía, reservándola solamente para el uso oficial de las dependencias del Estado Nacional.

Con esta ley promulgada por Alfonsín, se terminó por establecer que el derecho a usar la “Bandera Oficial de la Nación es para el Gobierno Federal, los Gobiernos Provinciales y del territorio Nacional de la Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, así como también de los particulares, debiéndole rendir siempre el condigno respeto y honor”.

Dos cosas importantes se desprenden de esta cita: primero, terminó la diferenciación de banderas entre la civil y la de guerra y a partir de entonces, sería solamente una, la bandera con sol; segundo, que se ejercían los derechos de soberanía sobre la Antártida y las Islas del Atlántico Sur al ser territorios en los cuales también se debía enarbolar la bandera.

El día de la bandera

(…) Como sabemos, cada 20 de junio en nuestro país se conmemora el Día de la Bandera. Pero si hablamos de nuestra bandera, ¿por qué decimos que se “conmemora” y no que se “festeja” o se “celebra” el día de la bandera? La respuesta tiene que buscarse en la elección de su fecha.

Debemos remontarnos a la “Década infame”, iniciada en 1930 con el primer golpe de Estado de nuestra historia, encabezado por José Félix Uriburu contra el presidente Hipólito Yrigoyen, y finalizada en 1943 con otro golpe de Estado, liderado esta vez por el Grupo de Oficiales Unidos, una logia sectaria del Ejército, entre cuyos líderes destacaba la figura de Juan Domingo Perón, contra el presidente Ramón Castillo.122 En medio de tanta infamia, de tantos quiebres a la institucionalidad política, de tanto perder el eje, en 1938, el presidente Roberto Marcelino Ortiz promulgó la ley N° 12.361 que declaró el 20 de junio como Día de la Bandera, convirtiéndose así en feriado dentro de todo el territorio de la República Argentina.

Si usted ha sido un atento lector, habrá notado que ninguna de las fechas que hemos tocado en este libro referidas a la creación de la bandera tiene como punto clave en el calendario el 20 de junio. ¿Por qué la efeméride fue colocada en ese día? El 20 de junio de 1820 pasó a la inmortalidad el General Belgrano, creador de la bandera argentina y por eso la ley dictada por Ortiz en 1938 ubicaba la efeméride ese día. ¿Por qué no fue elegido el día 27 de febrero, día del primer enarbolamiento de la bandera, para celebrar su día? La respuesta es simple: la fecha no caía dentro del calendario escolar.

Y fue por eso que se eligió el día del fallecimiento de su creador como el Día de la Bandera y, como se trata de un aniversario de muerte, no se celebra, sino que se conmemora. Cada 20 de junio, cada escuela, cada plaza, cada rincón de nuestro país se tiñe de celeste y blanco para rendirle tributo no solo a la bandera nacional, sino también a su creador, el gran gestor de la independencia argentina.

Aurora

(…) Muchas canciones se escribieron pensando en la bandera, como la famosísima “Marcha a mi bandera”, con su triunfal inicio que dice “Aquí está la bandera idolatrada, la enseña que Belgrano nos legó”, o el Saludo a la Bandera con su ya casi mítico “Salve Argentina, bandera azul y blanca…”. Pero hay una de todas ellas que quedó grabada en el inconsciente popular argentino: “Aurora”.

(…) Actualmente, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, el 97,6% de la población en edad escolar (esto es entre los 4 y los 17 años en promedio, según la Ley Nacional de Educación N° 26.206) está formalmente escolarizada.123 Es decir, aproximadamente más de diez millones de niños y jóvenes asisten a la escuela. En cada una de esas escuelas, al inicio de cada jornada se iza la bandera nacional. ¿Con qué música se acompaña tan solemne acto? “Aurora”.

(…) Curiosamente no se escribió propiamente para la bandera nacional. ¿Vivimos engañados todo este tiempo? La respuesta es sí, o bueno, no sé, quizás algunos ya lo supieran. No puedo darme el lujo de subestimar a mis lectores en este punto. Pero sí es un tema por muchos desconocido. En este capítulo trataremos de desentrañar todos esos misterios que rodean a “Aurora”, cuyos primeros versos dan título a este libro.

“Aurora” es una canción repleta de enigmas. Tal es así que ni siquiera se titula de esta forma, por el simple hecho de que no fue pensada como una obra musical para los fines que es utilizada actualmente desde hace más de 80 años.

¿Qué es entonces? Pues bien, en primera instancia “Aurora” hace referencia a la hija ficticia del jefe de las fuerza armadas realistas que se asentaban en la ciudad de Córdoba en mayo de 1810 al momento de estallar la Revolución de Mayo y le termina dando título a una ópera. Pero para entender esta rara introducción, vamos a desentrañar el ovillo de la historia.

Corría el año 1906, Argentina estaba en vísperas de celebrar el primer Centenario de la Revolución de Mayo, el clima social era bastante hostil al gobierno de turno presidido por el Presidente José Figueroa Alcorta. Como si todo esto fuera poco, el gran aluvión inmigratorio que había vivenciado nuestro país desde las últimas décadas del siglo XIX, hizo que se tuviera que repensar el concepto de Nación. ¿Qué era ser argentino a comienzos del siglo XX?

Para tratar de responder a esa pregunta y terminar forjando un sentimiento de patriotismo y nacionalismo, los sucesivos gobiernos argentinos trataron de buscar alternativas: se oficializó una versión de la historia argentina, la escrita por el ex Presidente Bartolomé Mitre, se afianzaron los símbolos patrios, las canciones patrias y cualquier demostración de argentinidad que existiera. Para tal fin, la educación, convertida en laica, gratuita y obligatoria por el Presidente Julio Argentino Roca desde 1884 mediante la famosa Ley 1420, fue esencial.

Pero para 1906, con un clima social bastante alterado con huelgas anarquistas, con planteamientos duros y severos provenientes desde el sector obrero y con el Centenario de la Revolución a la vuelta de la esquina, el Presidente Figueroa Alcorta decidió encomendar al músico argentino Héctor Panizza, una ópera que exaltara los valores patrios.

Panizza, nacido en Buenos Aires un 12 de agosto de 1875, se encontraba por esos momentos en Milán, dado que la mayor parte de sus estudios fueron cursados en esa ciudad de la Lombardía italiana, más precisamente en el Conservatorio Giuseppe Verdi.

Fue así que rápidamente el músico argentino buscó ayuda en los más inspirados y valorados letristas del momento. Así, recurrió a Héctor Cipriano Quesada y al italiano Luigi Illica, quien supo ser también libretista nada más y nada menos que del gran Giacomo Puccini.

Quizás este punto referido a que uno de los libretistas haya sido italiano y que su compositor musical haya estado formado académicamente también en Italia, hicieron que la ópera encargada por Figueroa Alcorta con el fin de resaltar los valores patrios, tuviera una fuerte influencia italiana. Tan fuerte fue esa influencia que de hecho el original está escrito en ¡italiano! Sí, la obra que hoy (y también ayer) cantamos para izar nuestra bandera nacional está escrita originalmente en italiano.

Su letra original dice:

Alta pel cielo, un’aquila guerriera, ardita s’erge in volo trionfale.

Ha un’ala azzurra, del color del mare, ha un’ala azzurra, del color del cielo. Così nell’alta aurora irradiale,

il rostro d’or punta di freccia appare, porpora il teso collo e forma stelo, l’ali son drappo e l’aquila è bandiera.

È la bandiera del Paese mio, nata dal sole; e ce l’ha data Iddio.

Pueden intentar cantarla en italiano con esa melodía que a todos nos quedó grabada en el inconsciente desde nuestro paso por la escuela.

De esa forma fue cantada la noche del 5 de septiembre del año 1908 cuando fue estrenada en el Teatro Colón. Y como no podía ser de otra forma, para esa ocasión del estreno de la ópera Aurora, los cantantes elegidos fueron también italianos: el tenor Amedeo Bassi, la soprano María Farnetti y el barítono Titta Ruffo.

(…) La obra inicia con la llegada de un cesto con flores al convento de la Compañía de Jesús ubicado en Córdoba, pero lo curioso es que los integrantes de la denominada Compañía de Jesús, popularmente conocidos como Jesuitas, habían sido expulsados de América en el año 1767 en el marco de las Reformas Borbónicas impulsadas por el rey español Carlos III.

Más allá de este primer yerro, el ramo de flores enviado por un devoto de la Virgen de los Dolores llegó a Córdoba conteniendo, para sorpresa de todos, no solo flores, sino también un mensaje clandestino enviado desde la revolucionada Buenos Aires. Ahí se leía:

Muchachos: ¡Saluden a la Aurora!

¡Ella brilla triunfal en el límpido cielo de la Patria!

¡Empieza la lucha por la independencia!

A quien no le gustó nada ni el ramo de flores, ni el mensaje, ni mucho menos los hechos revolucionarios iniciados en Buenos Aires fue al ficticio gobernador cordobés Ignacio del Puente, interpretado por Titta Ruffo, quien hizo uso de toda la violencia posible para frenar el avance de quienes se habían levantado en contra del régimen español.

En un pasaje de la obra, el gobernador expresa: “¡En Buenos Aires flamea un estandarte rebelde e indigno! ¡Lo ahogaré en su propia sangre!”.

Si con estandarte se refería a la bandera argentina, la obra incurre en un segundo error, porque ya sabemos a esta altura que nuestra bandera fue izada por primera vez un 27 de febrero de 1812. Parece ser que los autores de la ópera no lo sabían o, de saberlo, se tomaron sus amplias licencias. El gobernador Ignacio del Puente tampoco sabía que entre las filas patriotas había un férreo enamorado de su hija, llamada Aurora, interpretada por la soprano María Farletti. Ese joven enamorado de Aurora, la hija del gobernador cordobés, se llamaba Mariano, interpretado por Amedeo Bassi, y es el protagonista central de la obra, quien no dudó un segundo en luchar con uñas y dientes por hacerse con Aurora.

Del Puente, por su parte, juró matarlo. Y si bien los enamorados lograron huir, la historia tuvo finalmente un desenlace trágico porque quien encontró la muerte fue la propia Aurora, la cual cayó herida debido a los ataques feroces de las tropas comandadas por su padre.

Ante esa situación, Mariano expresa: “¡Te amaré por toda la eternidad, porque el cielo es Aurora, y es Aurora de la Patria!”

¿De dónde sale la canción que acompañó (y aún acompaña) tradicionalmente el izamiento de nuestra bandera nacional? Para eso debemos remitirnos al final del segundo acto de la ópera compuesta por el italiano Luigi Illica y el argentino Héctor Cipriano Quesada y musicalizada por Héctor Panizza.

Allí se encuentra un aria que es la que termina dando el sentido al actual acompañamiento de “Aurora” a nuestro emblema patrio. Para quienes no lo sepan, un aria es, en el mundo de la ópera, una pieza musical extensa y autónoma interpretada por un solista. Generalmente es una composición lírica cargada de emotividad.

¿Qué decía esa aria? Les cuento. Amedeo Bassi, el tenor que interpretaba a Mariano, al final de ese segundo acto se encontraba de frente al amanecer y en él vislumbraba la figura de un águila que volaba por los altos cielos llevando un bandera argentina, ante lo cual el artista desplegaba toda su potencia vocal para cantarle.

Esto explica muchos de los pasajes de la canción que hasta el día de hoy entonamos al izar la bandera: el “águila guerrera”, el “vuelo triunfal”, el “águila es bandera”, cuya letra original se transcribió líneas arriba. En la obra, esa aria recibía el nombre de “Canción a la Bandera”.

¿Cómo fue que esa aria se convirtió en el canto a la bandera? En la versión original de la ópera, el canto de Bassi duraba algo más de tres minutos y en ese tiempo lograba emocionar con su talento a todos los que la escuchaban, a punto de que le pedían que la repitiera, no solamente en su estreno, sino en las sucesivas interpretaciones; eso sí, siempre cantada en italiano.

La filiación definitiva entre este canto y la bandera nacional llegó recién en 1943, cuando con el golpe de Estado del 4 de junio de ese año, llegó al poder un grupo extremadamente nacionalista que buscaba entre otras tantas cosas, la pureza del idioma. En ese contexto, se decidió “nacionalizar” la ópera. Los encargados de traducir el libreto original al castellano fueron el compositor de la música, es decir, Héctor Panizza, junto con Ángel Petitta y Josué Quesada, el hijo de uno de los libretistas de la obra, Héctor Cipriano Quesada. Así como en la obra original en italiano encontramos errores (los ya mencionados: los jesuitas habían sido expulsados mucho antes de 1810 y la bandera fue creada dos años más tarde), también en la traducción vamos a encontrar yerros. Por ejemplo, la expresión “aurora irradial”, directamente es algo inexistente en nuestro idioma. Allí “aurora” es un sinónimo de alba, de amanecer, es decir, puede estar haciendo referencia al nacimiento de la Patria con esos sucesos de mayo de 1810 que relata la obra; pero “irradiale”, traducido como “irradial” es una palabra que no existe en castellano, pero de igual manera quedó en la traducción a nuestro idioma con la idea de “radiante”, que despide rayos. El verso “il rostro d’or punta di freccia appare” fue traducido como “punta de flecha, el áureo rostro imita”, nada más alejado de la realidad de la obra. Resulta que en la obra original se hace referencia a que el pico del águila, totalmente iluminado por el nacimiento del sol, por la aurora, parece una punta de flecha, es decir, el asta metálica que sobresale de la bandera.

Y por último, lo que no tiene ningún tipo de sentido es el verso que dice “y forma estela, al purpurado cuello”, porque en el original apunta hacia algo mucho más real y entendible, partiendo del verso sin traducir “porpora il teso collo e forma stelo”. Lo primero aquí es la traducción de “stelo” por “estela”. Esta última palabra se asemeja a “stella”, es decir, “estrella” en castellano, pero claramente no es lo mismo que “stelo”, que hace referencia al tallo, al asta de la bandera que se enrojece (o se vuelve púrpura) cuando el águila estira y tensa su cuello, es decir, una clara alegoría a una bandera en el mástil. Una vez terminada la traducción, la ópera Aurora se volvió a estrenar en castellano el 9 de julio de 1945 nuevamente en el Teatro Colón. A esa gala asistieron el presidente de facto de la Nación, Edelmiro Farrel y el vicepresidente de facto, Juan Domingo Perón. Ese momento de la obra, el final del segundo acto en donde se canta la “Canción a la Bandera”, fue nuevamente ovacionado. No tardó entonces en aparecer un decreto oficial del Poder Ejecutivo que incluía a esta melodía, ahora conocida como “Aurora”, dentro del conjunto de canciones patrias que comenzaron a llegar a las escuelas en esa cruzada nacionalista de los años ‘40.

Producto de toda esta historia es que usted, yo y quizás sus hijos y/o nietos conocemos esta canción que acompaña a nuestra bandera. Por eso, a la hora de buscar un título para este libro, elegí una frase que estuviera en el inconsciente colectivo de cualquier argentino que haya presenciado alguna vez en su vida un izamiento de nuestro pabellón patrio. Y por eso también, cada vez que me sentaba a escribir y veía el título del archivo de texto “Alta en el cielo…”, demoraba varios minutos en dejar de tararear esta canción.

Lucas Botta

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/con-sol-o-sin-sol-la-bandera-no-se-izo-un-20-de-junio-asi-como-aurora-no-se-escribio-para-el-simbolo-nid19062024/

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