sábado, junio 29, 2024
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El terror materno

Distancia de rescate, de Claudia Llosa (Perú/Argentina/Chile/España/Estados Unidos, 2021), 93´

Es difícil describir el miedo con palabras, se explica mejor con el estómago o con el reconocimiento de un olor que se queda atrapado en la garganta. Esa sensación refleja la experiencia de ver Distancia de rescate: la película dirigida por Claudia Llosa (MadeinusaLa teta asustada) que adapta la novela de la escritora argentina Samanta Schweblin, editada en 2015. Desde los primeros segundos la cineasta nacida en Perú nos sitúa en la mente desorientada de una mujer joven, Amanda (María Valverde). Su voz se enreda con la de un niño llamado David, dialogan sobre la presencia de gusanos, gusanos en todas partes. “Necesito entender qué cosas son importantes y qué cosas no”, dice Amanda. David le cuenta que lo importante son los detalles. El vehículo para detectarlos es la conversación entre una adulta y un niño, entre una madre que busca dónde está su hija (Nina) y un hijo que, de alguna manera, perdió a su madre (Carola, Dolores Fonzi). ¿Es un sueño? ¿Una alucinación? ¿Es real o pura fantasía? Distancia de rescate localiza la historia en una Argentina rural, pero más que en un espacio nos ubica en un estado. Una nube de confusión que crea las condiciones propicias para una tormenta de paranoia.

La película que fue parte de la Competencia Oficial del Festival de San Sebastián traza, como si la cámara fuera una rama que dibuja sobre tierra mojada, diferentes momentos durante la estadía de una madre con su hija en una casa de vacaciones. Un pueblo que irá escupiendo sus secretos más indigeribles. David guía a Amanda en un viaje dentro de su memoria, la voz en off de ambos personajes nos trasladan al momento donde se conocen las dos madres del relato. El sueño poco a poco toma forma de pesadilla, y ninguna pesadilla es ordenada. Distancia de rescate presenta una estructura narrativa donde las historias se esconden en la panza de otras historias. Es un juego del paquete en el que los recuerdos están envueltos en papel de diario, uno adentro del otro. Amanda se siente fascinada por la belleza de Carola apenas la ve, hay un imán que las une: el temor de que a sus hijos les ocurra algo malo. No es la primera vez que Claudia Llosa se involucra con la maternidad como tema: La teta asustada, nominada en 2010 a los Oscar como mejor película de habla no inglesa, cuenta el sufrimiento de una chica que padece una enfermedad transmitida a través de la leche materna de mujeres maltratadas durante el terrorismo en Perú. Esa tanza invisible que une con un par de puntadas a una madre con su hijo, sea con el alimento o el veneno; el amor y la repulsión.

La distancia de rescate es el hilo que ata a una madre a su hija, la capacidad de medir el peligro en metros y segundos. “Me paso la mitad del tiempo calculando esa distancia, y siempre arriesgo más de lo que debería. Un hilo invisible se tensa”, pronuncia Amanda con angustia. Carola le advierte que cuando le cuente qué le sucede a David ya no querrá que juegue con su hija Nina. El relato incluye pájaros flotando panza arriba en el agua, un niño enfermo y una señora que promete curarlo a través de la migración: dividir el padecimiento en dos cuerpos para evitar la muerte de David. La curandera asegura que es la única manera de luchar contra el veneno que se le metió adentro. ¿A qué no estaría dispuesta una madre para salvar a su hijo?

El género fantástico se define cuando un elemento sobrenatural irrumpe en lo cotidiano. Puede tener una atmósfera terrorífica, pero no siempre. El terror, que es más una atmósfera, puede tener características fantásticas o no. Escrita a cuatro manos entre Claudia Llosa y Samanta Schweblin, Distancia de rescate es un relato fantástico que por momentos se viste de película de terror, como si un niño pusiera sobre su cuerpo una sábana con dos agujeros en los ojos simulando ser un fantasma. Sin embargo, el verdadero horror se halla debajo de la tela. Ese instante donde lo familiar se torna irreconocible.

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La fotografía de Oscar Faura encapsula la progresiva pesadilla de Amanda.

La magia, la brujería, las maldiciones, han sido elementos importantes del género fantástico desde su origen como tal. Las ansias, la necesidad, de proteger a sus hijos para una madre es tan grande y profunda que a veces solo el fantástico o el terror se acercan a esa desesperación. Dentro del terror maternal existen tres formas de representar ese temor: hay un terror externo que metaforiza el miedo del ser humano ante el peligro físico, el entorno como amenaza.

Hay otro terror relacionado al lazo de intimidad entre una madre y un hijo que abre dos posibilidades: la madre como la amenaza o el hijo que se convierte en monstruo. Distancia de rescate habla de la maternidad como una pesadilla de la que no podés despertar. El relato saltarín pero no por eso menos agobiante rebota entre las tres variantes de terror maternal, como si un solo miedo no fuera suficiente para transmitir la experiencia de gestar y tener una persona a tu cuidado. “Ya no me pertenece”, dice Carola refiriéndose a David, a quien no reconoce como su hijo después del ritual de migración. “Un hijo es para toda la vida”, le responde Amanda espantada al escuchar decir eso a Carola. La maternidad conlleva el desafío de proteger a un cuerpo que no es el propio, y aún así se lo siente como tal: no del todo ajeno.

El terror de Distancia de rescate está construido a partir de cómo eso que vemos todos los días toma otro aspecto. Como una manzana que se pudre dentro de la heladera y ahora se muestra con otros colores y texturas. Lo familiar se vuelve peligroso. Detrás de la composición de los planos repletos de metáforas se encuentra Oscar Faura: director de fotografía y operador de cámara de películas escalofriantes como El orfanatoLos abandonados o [REC]². Y también de El maquinista, un relato donde la confusión y la paranoia atacan al protagonista al convertirlo en un ser frágil. Hay un plano de Distancia de rescate donde vale la pena detenerse, que define con una imagen aquello que parece imposible de bajar a tierra: el marido de Carola (Omar, Germán Palacios) acaricia un caballo negro. Ambos están en silueta y por un instante los cuerpos se fusionan pintando la postal de un centauro.

Lo más complejo de trasladar un relato literario al lenguaje cinematográfico es que a veces se pierden sutilezas y la libertad de elegir una imagen para plasmar una acción en nuestra cabeza. La imaginación suele ser más terrorífica que una imagen concreta. Ese es el mayor desafío de la adaptación cinematográfica de Distancia de rescate. En muchos momentos logra meternos dentro de la pesadilla, en otros miramos desde afuera. El mayor mérito de la película es su atmósfera, lo sensorial: no es necesario raspar un cartón de Odorama para oler el aroma del pasto, de la piel transpirada a la exposición del sol o el hedor insoportable de un animal muerto. “Es que a veces no alcanzan los ojos”, asegura Carola. Distancia de rescate confirma eso: las imágenes no son suficientes para describir ciertos miedos. El terror maternal es uno de los más poderosos porque cuando termina la película ese terror te acompaña, se te queda adentro como el veneno que ataca el cuerpo de David. El terror como un estado febril que amenaza con ser eterno. Es difícil especificar cuándo un miedo nace, pero lo más complejo es marcar el instante donde culmina. Los miedos no desaparecen, tardan en apagarse.

Fuente: https://laagenda.tumblr.com/post/664976352530825216/estrenos-el-terror-materno-en-distancia-de

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