jueves, julio 4, 2024
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La casa chorizo que jugó un rol clave en la literatura infantil argentina

María Elena Walsh pasó 11 años en la casona de Villa Sarmiento, hasta que el crecimiento inmobiliario incentivó a la familia a abandonarla; sus primeros versos fueron para sobrellevar esa angustia

Villa Sarmiento solía ser un paraje semirrural, un pago chico de quintas y caserones en la frontera con Ramos Mejía. Allí, un viudo inaugurando su segundo matrimonio, músico aficionado y empleado del ferrocarril New Western compró una casona chorizo, larga, con jardín, árboles frutales, patios de baldosas blancas y negras, y un gallinero en el fondo. Se mudó con su segunda mujer y sus cuatro hijos; dos más nacieron en el nuevo hogar: Susana y María Elena Walsh. Once años de su vida pasaría en la casa “Tata María Elena”, desde que nació, en 1930, hasta que terminó la escuela primaria. El día que la abandonó fue el final de su infancia y su florecimiento como escritora. Los primeros versos que escribió fueron para sobrellevar la angustia que catalizó la expulsión abrupta de su refugio, separada del “misterio” de las habitaciones, los encuentros en la cocina y del jacarandá que aún crece en el patio central.

La Casa Museo María Elena Walsh, en Morón, abrió sus puertas hace menos de un año. La cantautora vivió allí entre 1930 y 1941, cuando tuvo que dejarla porque su padre se jubiló, ante el avance de los negocios inmobiliarios en el barrio que hoy forma parte del conurbano bonaerense. Fue recuperada en 2022 por el Estado nacional y se conserva como patrimonio cultural de la niñez de la escritora que reinventó la literatura infantil en la Argentina e hizo del sinsentido un arte fusión anglo-criollo. Se ubica en la transitada calle 3 de Febrero, su frente está pintado en naranja colonial y antes de entrar hay un estatua de Walsh: tiene el pelo recogido en dos colitas y las manos entrelazadas sobre el regazo evocando su versión de niña, aquellos años en la casa de la que se fue escapando del “contagio de la locura” y de la que se llevó un cancionero en crudo de animales multifacéticos y personajes, como el Mono Liso, el Brujito de Gulubú, la Reina Batata y la Tortuga Manuelita, que la inspiraron a hacer de la infancia un estadío perpetuo.

Antes de entrar a la casona de la calle 3 de Febrero, una estatua recuerda a su prestigiosa habitante
Antes de entrar a la casona de la calle 3 de Febrero, una estatua recuerda a su prestigiosa habitanteNOELIA MARCIA GUEVARA/AFV

“No es un museo tradicional, con cordones de felpa roja que impiden el paso y en el que no podés tocar nada. La idea fue mantener el espíritu de María Elena y que los visitantes interactúen”, dice Victoria Babjaczuk, directora de la Casa Museo María Elena Walsh. Habla desde la sala de estar, una habitación con piso de pinotea. Cuando la escritora vivía tenía una función estática, poco uso más que para recibir visitas y guardar una gran biblioteca donde se sumergió en sus primeras lecturas, Lewis Carroll, Julio Verne, Las Mil y Una Noches y Humpty Dumpty, en la infancia; Unamuno, Azorín y Juan Ramón Jiménez en la adolescencia. Hoy se exhiben diversos libros que le pertenecieron –y están firmados– y una recreación de su primer micrófono: un palo de escoba con una lata de membrillo que le fabricó su padre, Enrique Walsh.

El frente de la casa se restauró como era originalmente, se mantuvo el diseño de las aberturas, que fueron pulidas, y se le buscó una temática para resignificar los diferentes espacios ligados a su estilo. “Cada habitación tiene elementos del ́nonsense o disparate, un género enfocado en la diversión. Walsh quería una literatura que no fuera ni adoctrinante ni moralizante, que no le diga a los chicos qué hacer, sino que los invite a disfrutar, imaginar y crear su propio universo de fantasía”, relata Babjaczuk.

Conectado a todos los espacios de la casa está el baño antiguo, pintado de turquesa y verde con escenas de París, y su personaje más famoso, Manuelita
Conectado a todos los espacios de la casa está el baño antiguo, pintado de turquesa y verde con escenas de París, y su personaje más famoso, ManuelitaNOELIA MARCIA GUEVARA/AFV

La casa chorizo

Enrique Walsh se mudó a la casa a principios del siglo XX. Pertenecía a la New Western Railway Company, la empresa en la que trabajaba como contador. Después de enviudar con cuatro hijos, se casó con Lucía Elena Monsalvo, la madre de María Elena, a quien había conocido en Merlo. Terminó comprándole la propiedad a la empresa del ferrocarril en 1923. “Toda la zona de Villa Sarmiento, en Morón, sigue muy vinculada a Ramos Mejía, porque a dos cuadras está la estación del tren, aunque son localidades distintas. Villa Sarmiento era un páramo rural de quintas y para María Elena era más fácil decir que vivía en Ramos Mejía, porque a la gente le costaba ubicar la zona”, cuenta Babjaczuk. Pero si le preguntaban a la escritora sobre su origen, ella decía que era del “Partido de Matanzas”, convencida pacifista que nació el año del primer golpe militar en una casa chorizo a orillas del arroyo Maldonado, “un estanque hediondo y vaciadero de desperdicios de las nacientes fábricas textiles”, como lo definió en su autobiografía.

Su familia extendida eran los vecinos de Villa Sarmiento. Mantuvo un vínculo especial con una mujer que habitaba en el terreno lindero y le enseñó a leer y escribir a los cinco años, después de “dejar el vicio del chupete” y hacer de las palabras otro juguete con el cual imaginar.

La Casa Museo María Elena Walsh, en la localidad de Morón, abrió sus puertas hace menos de un año; la cantautora vivió allí entre 1930 y 1941
La Casa Museo María Elena Walsh, en la localidad de Morón, abrió sus puertas hace menos de un año; la cantautora vivió allí entre 1930 y 1941NOELIA MARCIA GUEVARA/AFV

Las salas se reconstruyeron según sus relatos”, dice Babjaczuk, e interrumpe su frase por la llegada de los “bachilleres del terremoto”, un malón de 25 niños que baja de un ómnibus escolar y comienza a desfilar en trencito por cada una de las habitaciones acompañados por Lourdes, la guía y estudiante de gestión cultural de la Universidad de Tres de Febrero. Los recibe la música de un altoparlante que vocifera “¿Saben, saben lo que hizo?/¿El famoso Mono Liso?/A la orilla de una zanja/Cazó viva una naranja”. Vienen de una escuela de la Capital, juegan con los autómatas, esculturas interactivas, y visitan la sala de la radio y una habitación que funciona de pequeño teatro con disfraces y juegos de luces.

También van al cuarto de María Elena, en el que le gustaba jugar como un varón por las mañanas, donde su madre la “enrrulaba” para ser una mujer fina y donde por las noches se convertía en una niña angelical. Conectado a todos los espacios de la casa está el baño antiguo, pintado de turquesa y verde con escenas de París, y su personaje más famoso, Manuelita. Los niños giran la canilla del lavatorio que hace sonar en los parlantes las desventuras de la tortuga. Después se reúnen todos alrededor de la mesa de la cocina.

En la cocina, la atención de los niños se dispersa en los frascos de dulces, tazas decoradas y platos de las alacenas
En la cocina, la atención de los niños se dispersa en los frascos de dulces, tazas decoradas y platos de las alacenasNOELIA MARCIA GUEVARA/AFV

“Para María Elena, la cocina era la parte más significativa. Era donde se reunía toda la familia y los amigos, el resto de las habitaciones de la casa para ella eran sitios misteriosos”, relata Babjaczuk. Lourdes trata de enfocar la atención de los niños, que se dispersó en los frascos de dulces, tazas decoradas y platos de las alacenas, para intentar hablarles del feminismo, la pertenencia de la escritora al movimiento por los derechos e igualdades civiles. “María Elena Walsh era feminista. El feminismo es una lucha para que mujeres y hombres tengan los mismos derechos. Como artista, María Elena Walsh dedicó toda su vida y obra al movimiento”, narra Lourdes y luego les pregunta quién de sus padres cocina en su casa. Recibe diversas respuestas: mamá, papá, papá y mamá, a veces mamá, a veces papá. Un niño de campera verde estampada de dinosaurios parece confundido con la pregunta y responde en un arrebato de autenticidad e inocencia que no sabe porque sus padres están “descasados”, un término que bien podría haber usado Walsh para componer una rima. Por un instante su esencia renace en la casa.

El museo cuenta con una carta que escribió María Elena a los 10 años a su hermano Harry, que vivía en Unquillo, Córdoba. El original está a resguardo y no se exhibe, pero en un retrato cuelga una fotografía de la misiva fechada el 2 de febrero de 1940, escrita en una cursiva prolija en tinta azul. Allí le narra su odisea por conseguir una vitrola para reproducir el disco que le había enviado su hermano con su voz grabada contándole de la vida en Unquillo. Cuando lo consiguió, “todo el barrio desfiló por la casa” para escucharlo. Le cuenta que en pleno febrero en Villa Sarmiento “siempre llueve y hace frío de noche” y que, como se enfermó del “higadito”, no puede “andar a cabaio (sic)” ni comer huevos hasta que se mejore. Después le advierte a su hermano, quien estaba por irse de vacaciones: “No te vayas a ahogar en Mar del Plata y júntame caracoles lindos”. Luego de despedirse con un “requetechau”, firma la carta como Tata María Elena.

El fin de la infancia

En la década del 40, se instaló en el barrio La Chapelle, una clínica neuropsiquiátrica que empezó a expandirse por Villa Sarmiento. “Compró los terrenos linderos en la manzana de la casa de María Elena como negocio inmobiliario. El padre se hartó, porque por las noches se escuchaba a los pacientes gritando y en ocasiones se metían en las casas de los vecinos. En su autobiografía Walsh relata que la clínica le arruinó la infancia, fue el fin de la niñez. Dice que terminó por contagiarse de la locura de la que se quería escapar y la familia se mudó a una casa a dos cuadras, donde cambió su realidad”, expresa Babjaczuk.

La Casa Museo María Elena Walsh queda en la Calle 3 de Febrero 547, Villa Sarmiento, Morón
La Casa Museo María Elena Walsh queda en la Calle 3 de Febrero 547, Villa Sarmiento, MorónNOELIA MARCIA GUEVARA/AFV

En “Cuento de una autora”, Walsh relató el momento en que fue extirpada de su hogar. “Se había instalado un manicomio. Los pobres enfermos cantaban y peroraban a grito pelado todo el día, y de noche nos aterraba su vecindad”, expuso la escritora en el texto sobre su infancia, aunque rescató un costado luminoso de aquella experiencia, “los obsequios de los locos” que tiraban por encima de los muros: muñecos de papel plateado, higos envueltos y cajas de fósforos pintadas.

En aquel entonces Enrique Walsh se había jubilado del ferrocarril y la economía de la familia desmejoró. Cedió a vender la propiedad a la clínica y se mudaron a “una lata de sardinas” en el centro de Ramos Mejía. “Fue muy traumático para ella irse de esa forma de su casa. Lo vivió con indignación, injusticia y la llamó parte de la voracidad del capitalismo. Para salir de la angustia comenzó a escribir. Sus primeros versos no fueron inspirados en los juegos y la felicidad de la infancia, sino en la desdicha de sentirse despojada de su hogar a los 11 años”, dice Babjaczuk.

Cuando la escritora vivía, la sala de estar guardaba una gran biblioteca donde se sumergió en sus primeras lecturas, Lewis Carroll, Julio Verne, Las Mil y Una Noches, y Humpty Dumpty
Cuando la escritora vivía, la sala de estar guardaba una gran biblioteca donde se sumergió en sus primeras lecturas, Lewis Carroll, Julio Verne, Las Mil y Una Noches, y Humpty DumptyNOELIA MARCIA GUEVARA/AFV

Después de la clínica, la propiedad fue adquirida por una familia armenia que la mantuvo hasta 2022, cuando la compró el Estado nacional durante la gestión del exministro de Cultura Tristán Bauer. La puesta en funcionamiento del museo contó con fondos del gobierno de la provincia de Buenos Aires y se inauguró en julio de 2022.

Su hermana Susana vivió el resto de su vida en la zona, en una casa que luego fue expropiada para la construcción del Acceso Oeste. María Elena Walsh volvió a visitar la casa de su infancia recién el día que fue a votar en las elecciones presidenciales de 1983, en la apenas recuperada democracia argentina. Nunca cambió el domicilio y seguía empadronada con su dirección en Villa Sarmiento, Morón.

Recuerdos del paso de la familia Walsh por la casona de Villa Sarmiento
Recuerdos del paso de la familia Walsh por la casona de Villa SarmientoNOELIA MARCIA GUEVARA/AFV

“Walsh marcó un quiebre en la literatura argentina participando a los niños en el arte. En su época casi no existían las canciones infantiles, salvo alguna tradicional de un longplay. Ella volvió de París con una cantidad de canciones y cuentos, y por eso al día de hoy mantiene ese impacto en la infancia. Fue revolucionaria con su planteo de la literatura y vinculó el folclore con la música para niños. Decía que el folclore es la infancia de los pueblos”, concluye Babjaczuk, mientras los niños forman una ronda con Lourdes antes de emprender su regreso a la Capital.

En la casa los árboles frutales del jardín desaparecieron, pero en el patio crece todavía el jacarandá de la niñez de María Elena Walsh. Sus hojas en otoño están de color verde mate, a la espera de que la primavera haga llover una flor y otra flor celeste.

La Casa Museo María Elena Walsh (3 de Febrero 547, Morón) se puede visitar de miércoles a viernes de 9 a 18, los sábados de 11 a 20 y los domingos de 11 a 18, con entrada libre y gratuita

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/sociedad/secretos-del-conurbano-la-casa-chorizo-que-jugo-un-rol-clave-en-la-reinvencion-de-la-literatura-nid17052024/

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