martes, julio 2, 2024
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Música: Placer, identidad o evasión

El video viral donde Emilia evita hablar sobre la situación del país generó decepciones y justificaciones. ¿Qué dice este episodio del momento que atraviesa la cultura? ¿Existen los artistas apolíticos? ¿Cuán determinante es el mercado?

Un disparador: EmiliaEmilia Mernes está en la cumbre del mainstream. Un par de días y sus canciones superan el millón de reproducciones; un par de horas y sus recitales son sold out. Hace unas semanas, en España, recibió una pregunta difícil porque implicaba un posicionamiento social y político, y develar una cara que muchos músicos no suelen mostrar. “Los argentinos pueden sufrir recortes por el nuevo gobierno de Milei. Entonces mi pregunta es, como mujer, argentina y artista, ¿cómo estás viviendo todo un poco esto que se generó?”, le dijo una periodista. Ella miró a su costado —la cámara solo la tomaba a ella— y alguien de su equipo de producción, dijo, ante la sonrisa de la artista, “no vamos a hablar de política”. El episodio, por anómalo e incómodo, se volvió viral con decepciones y justificaciones. ¿Qué le pedimos a los músicos? ¿Y a la música? ¿Y qué es lo que, ambos, la música, los músicos, verdaderamente pueden darnos?

Para Marcelo Acevedo, escritor y periodista, “no existe el artista apolítico: elegir no responder una pregunta es una forma de hacer política tan válida como cualquier otra”. “El caso de Emilia Mernes —reflexiona— no es más relevante que el de Lali Espósito que, por el contrario, decidió hacer política manifestando sus opiniones y defendiendo su postura. Así como hay una Emilia Mernes que elige callar (censurada por un asistente), del otro lado hay un Wos, un Trueno o una Sara Hebe que se manifiestan abiertamente en sus letras, entrevistas o shows. Si todos los artistas incluyeran sus ideas políticas en sus canciones o declaraciones harían de la música algo mucho más interesante de lo que ya es, pero lo concreto es que el trabajo del músico es hacer música (politizada o desideologizada) y no tiene la obligación de ser faro moral o guía ideológico. Si enriquecen su arte con política, tanto mejor; si no, siempre podemos bailar y hedbangear al ritmo de una letra banal y sin sentido”.

“El problema fue que alguien respondió por ella. Se hizo evidente que la respuesta podía afectar al negocio. Si ella hubiera dicho ‘no es mi tema’ probablemente no hubiera generado indignación”, asegura Sebastián Napolitano, Licenciado en Artes Musicales y Sonoras con orientación en piano de la UNA. Por su parte, Bárbara Pistoia —editora, artista visual y autora de varios artículos sobre música— dice que “a la música no le pedimos nada, se le pide a la industria, o a la música que la industria ofrece. Y en general son demandas superficiales, caprichosas, narcisistas, que son solo un rasgo más de la conducta de consumo”. Y agrega: “Lo que me pasó a mí respecto a Emilia, lo que me chocó, es que una mujer de 27 años no pueda ni siquiera decir ‘no hablo de esto’ y se quede sonriendo mientras otro lo dice por ella. Muestra una burbuja tal que ni siquiera pensaron posible que se le haga esa pregunta como para planear alguna respuesta, alguna salida decorosa”.

Además de su licenciatura y de ser pianista —la teoría y la práctica—, Sebastián Napolitano escribe sobre música: hay varios textos suyos publicados en la revista Paco. Hace unos días, participó de un Space en X (Twitter) titulado #MirandoCastilos donde dijo que la música, lejos de ser una salvación o un remedio, es más bien un veneno. “Creo que es mi reacción a una idea muy difundida hoy en día: la música como terapéutica, o como forma de evasión de los problemas”, dice ahora en diálogo con Infobae Cultura. “Un verdadero oyente, como un verdadero lector, busca otra cosa en el arte. Una apertura, una conexión. La música nunca deja de ser una experiencia sensual y sensible (aesthesis, como lo llamaban los griegos, era ‘el conocimiento a través de los sentidos’) pero hay músicas, como la de Beethoven por ejemplo, que si la escuchás en serio, te quema. Y si no te quema es porque no la estás escuchando”, continúa.

Para explicar qué es lo que tiene la música que la vuelve tan relevante en la vida cotidiana de la mayoría de los occidentales, Sebastián Napolitano recurre a una anécdota del compositor austriaco Arnold Schönberg: “Cuando empezó a difundir sus obras dodecafónicas fue un escándalo no solo por las obras en sí sino porque rompía con todas las jerarquías del sistema tonal y esto implicaba una metáfora de la disolución del estado (muchos hicieron esa lectura en la época y Schoenberg lo confirma en su Tratado de Armonía). Había algo peligroso en esa ruptura”. ¿Cuán viva se mantiene hoy esa peligrosidad? ¿Qué es lo que hoy le exigimos a la música y qué es lo que puede brindarnos? “Creo que hoy la música mainstream, restringida al mercado, perdió toda capacidad de hablar por sí misma. Por eso cobra interés la ‘opinión’ de un músico, o en este caso, la imposibilidad de opinar. La idea de que la estética es una ética pareciera haber perdido toda razón de ser”.

“Se me hace muy difícil imaginar algún rincón del mundo donde la música no sea relevante”, dice Marcelo Acevedo. “La música acompaña al ser humano desde la prehistoria: antes de inventar la escritura inventamos la música, antes de aprender a leer aprendimos a bailar. Creo que de una forma u otra la música es relevante para todas las sociedades del mundo, es un verdadero lenguaje universal. En Argentina la música es una religión casi a la altura del fútbol, y tengo la sensación de que es lo último que nos resignaremos a abandonar cuando todo se venga abajo. Podemos estar atravesando una situación socioeconómica triste y horrible (como la actual) y sin embargo las entradas para los shows en vivo (carísimas, casi prohibitivas) se agotan siempre”, dice y agrega: “Estoy convencido de que cuando llegue el apocalipsis, en esta parte del planeta lo vamos a esperar escuchando música, tocando canciones, haciendo pogo o bailando unas cumbias”.

"Tres músicos" (1921) de Pablo Picasso«Tres músicos» (1921) de Pablo PicassoEuropa Press

Las músicas, en plural

“Qué se puede hacer salvo hablar de música” se titula la última entrega del newsletter de Bárbara PistoiaDelivery. Para ella, la relevancia que acá le damos a la música “no es únicamente propositiva”: “Nos ayuda a entrar en relación con el mundo, a abstraernos, a comprender y conocer épocas, a conocernos, a leernos, a asimilar emociones, nos acerca a otros, nos acerca culturas, nos abre a nuevos lenguajes, idiomas, palabras, pero también puede marcar profundas diferencias con otros sectores sociales y violentar culturas. Quedarnos en la relevancia de la música como algo precioso vuelve tabú que también construye supremacismos y escalas de poder. Históricamente se la ha usado para estigmatizar, perseguir, discriminar, despreciar, disputar poder y construir falsas ideas de prestigio o desprestigios. Hay regodeo en creer que la música es una forma de decir ‘yo soy’ como si no se la usara de igual manera para decir “yo no soy”, sin contar la falsa ilusión y el riesgo de creerse que uno es su consumo cultural, porque el consumo es un ejercicio de descarte”.

“No hay tal cosa como la música, existen las músicas y ellas responden a un conjunto de elementos, tanto humanos como animales, terrenales como universales, mundanos como divinos”, afirma. “Desde John Cage a Julio Mendívil, pasando por Amiri Baraka James Baldwin, o acá mismo, Spinetta reclamando que el sistema musical occidental es carcelario, por lo que es muy difícil que genere composiciones y formas de escuchar que sean liberadoras, por todos lados tenemos herramientas para explorarla, conocerla, disfrutarla en su máxima expresión y con todo su potencial, que es infinito, inabarcable, y por ende, nos quita del protagonismo que nos da la idea de música que propone la industria y la modernidad”. Y arremete: “Darle a lo musical su espacio de ser lo que es, ese plural, como dice Mendívil, también nos va a ahorrar mucha lectura relativa y simplista que llora que ciertas músicas mueren, como si uno fuera algo pasivo, exento, ajeno”.

“Las músicas pueden darnos mucho más de lo que podemos llegar a prever o enunciar”, dice Pistoia, autora del libro Por qué escuchamos a Tupac, y centra su análisis en el hip hop, “una cultura de acontecimientos políticos que nace, crece y avanza de la mano de la comunidad organizada y movilizada a la luz de la conciencia racial. El mercado responde a eso con una maquinaria de crear raperos, incluso negros, que pueden poner en duda el racismo, o como dice Yasin Bey, hacer música para hacer compras, anestesiante, o flamear todas las banderas que confirmen todos los estereotipos sobre las comunidades racializadas. Estereotipos que facilitan la persecución, las violencias y cacerías estatales sobre ellos. Llamar urbano a todo lo que hasta no hace mucho se lo llamaba ‘cosa de negros’. Si la fiesta dura todo el día, de sol a sol, y son todos chicos y chicas de cierta clase social está bien visto, y si son de otra clase social ya se habla de vagos”.

Emilia (Facebook Oficial)Emilia (Facebook Oficial)

Velocidad sin ambición

Días atrás, Acevedo escribió un artículo en la revista Polvo donde decía, en referencia a los discos conceptuales, que la ambición es algo que entró lentamente en desuso. Ahora, en este breve diálogo con Infobae Cultura, relaciona esas ideas con la velocidad, “una de las características más importantes que distinguen a la civilización contemporánea de las que la precedieron”. En ese sentido, se refiere al futurismo, vanguardia italiana de principios del siglo XX “cuyos ideales estéticos glorificaban la guerra, la técnica, las máquinas y por sobre todas las cosas le rendía culto a la velocidad”. “Hoy esa velocidad (que desde aquella época nunca bajó el ritmo aunque tampoco se aceleró lo suficiente como desearían los aceleracionistas) se manifiesta también en nuestra forma de comunicarnos y de consumir cultura e información. Vivimos en la era de la obsolescencia programada y la inmediatez de las redes sociales”, dice.

“Tenemos que expresarnos en 280 caracteres —continúa—, los reels y los shorts duran apenas un minuto, cada vez son menos los internautas que leen una nota completa y se informan sólo con los titulares, y los temas, por más importantes que parezcan, pasan al olvido en lo que dura un escroleo. Sentarse a escuchar un álbum mientras se aprecia su arte de tapa o se hojea el librillo que lo acompaña es un ritual en vías de extinción que perdurará mientras existan los discos físicos. En este contexto, un álbum conceptual que exige una escucha completa y atenta puede parecer, a priori, un objeto cultural anacrónico, vetusto y sobre todo incómodo. Pero aunque parezca increíble, los discos conceptuales aún existen y resisten, no sólo entre las bandas de neo-progresivo, que son las más aptas para este tipo de obras, sino en géneros que hasta hace no mucho parecían improbables como el hip-hop”.

“El punk, sin embargo, a pesar de sus características (simple, veloz, directo), no parece estar en su mejor momento, quizá porque, como dice Bestia Bebé, ‘el rock and roll pasó de moda’, y ese lugar hoy lo ocupan otros géneros como el trap. Tal vez cuando los chicos de esta generación se hagan mayores y la música que hoy es popular deje de ser la música de los jóvenes, aparezca una nueva generación que se proponga revelarse contra la inmediatez y la simpleza del viejo sistema haciendo música más compleja, virtuosa, cerebral y solemne, como lo fueron el rock progresivo o el jazz-fusión que en su momento sufrieron la rebelión del punk que los consideraba dinosaurios. Y mientras se espera esa revolución que quizá nunca llegue, es tan simple como dejar la pereza a un lado y escaparle al mainstream y a los medios masivos de comunicación para encontrar esa ‘otra música’ que nunca dejó de existir, solo que ahora no llena estadios ni está en boca de todos”, concluye.

“Retrato de Sophie Menter” (1887) de Ilya Repin“Retrato de Sophie Menter” (1887) de Ilya Repin

Póster o bandera

“Lo de Emilia, lo de Lali, lo del famoso que sea, sea artista o no, me recuerda mucho a la época de los escraches”, dice Pistoia. “Porque la dinámica misma ya nos mostraba que no importaba el hecho en sí, sino que lo importante era mostrarse uno a través de ese hecho, ya sea a favor o en contra, y que luego, cualquiera sea el desenlace, nada satisfacía. Acá nada de lo que diga nadie va a satisfacer, entonces, de nuevo, es un reclamo carnicero, o como dicen ahora, baitero, más para reconfirmarse a sí mismos que para habilitar nuevas maneras de pensar y de involucrarse en lo que generó esa disputa. Sí creo que hay momentos políticos, sociales y culturales que son cruciales y que nadie más o menos sensible a su país y conocedor de su público, que seguramente es afectado por ese momento, puede mirar a un costado”. Y agrega: “Nunca estuvo tan rota la relación de los artistas con el público, porque es una relación superficial, en parte, por la forma de consumir”.

“Algunas chicas y mujeres en las redes —continúa— decían que las críticas se le hacían porque era mujer y el patriarcado le pide más a las mujeres. Una lectura tirada de los pelos, sobreactuada, porque hasta los campeones del mundo quedaron atrapados en la demanda del posicionarse. Y si hay patriarcado en alguna instancia de esta situación es en el exacto momento que ella sonríe y otro responde por ella, la reducción total a ser una muñequita. Emilia tiene entre sus influencias y las referencias que hace en sus canciones y videos a mujeres tremendas, bravas, con vidas políticas muy afiladas, mujeres que fueron protagonistas de muchas luchas y lo siguen siendo. Esas mujeres no son un póster de una pieza rosa con brillitos, son banderas, son nombres que mueven montañas. No solo que usando esos nombres habilita las preguntas políticas, sino que su forma de no responder habilita a que cuestionemos el uso que hace de esas mujeres”.

“Hay una idea que plantea Nas que a mí me encanta”, dice Bárbara Pistoia: “Todos quieren ser Tupac Shakur y hasta se autoproclaman Tupac, pero cuando hay que reaccionar frente a un policía que está golpeando a un negro o a políticas que afectan de forma directa a la comunidad, cuando la comunidad corre riesgo real y hay que involucrarse, todos salen corriendo. Nas lo dice literal: no me vengan a hablar de Tupac si no pueden ni siquiera pronunciarse frente a la injusticia social, no deberían ni usar su remera, porque Tupac era un tipo que se bajaba de un auto y enfrentaba a la policía y hasta le disparaba si no paraban de golpear al negro y destinaba gran parte de sus ganancias y de su tiempo a organizar y fortalecer la comunidad, a resolverle cosas, a resaltar las demandas. Parafraseando, no me digas que tu referente es Beyoncé o Madonna si no podés responder una pregunta, que encima apunta a las mujeres y la cultura”, concluye.

Fuente:https://www.infobae.com/cultura/2024/02/05/placer-identidad-o-evasion-que-le-pedimos-a-la-musica-y-que-es-lo-que-puede-darnos/

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