jueves, julio 4, 2024
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“Las palabras son dibujos sobre la página”: María José Navia

La escritora chilena conversó con Infobae Leamos y habló sobre su proceso creativo y los temas detrás de estas historias que le permitieron ser finalista en 2022 del Premio Internacional Ribera del Duero.

Con su más reciente título, la escritora chilena María José Navia consiguió en 2022 ser la finalista de uno de los galardones más prestigiosos en lengua española para los escritores y escritoras de cuentos, el Premio Internacional Ribera del Duero.

Todo lo que aprendimos de las películas, publicado por la editorial Páginas de Espuma, catapultó su nombre a lo más alto. Medianamente conocida en distintos países latinoamericanos por obras previas como Kintsugi Una música futura, con este nuevo libro de cuentos ha despertado la atención de lectoras y lectores en casi toda Hispanoamérica.

Son diez los cuentos que componen las páginas de Todo lo que aprendimos de las películas. Historias en las que Navia nos lleva a explorar los rincones más íntimos de las relaciones humanas, especialmente las que se tejen entre madres e hijas, mientras dota cada pasaje de sinceras e íntimas referencias al mágico mundo de la cinematografía.

El libro, escrito durante los meses del confinamiento por la pandemia del Covid-19, revela la preocupación de Navia por el destino de las salas de cine y su deseo de preservar la experiencia cinematográfica. A pesar de su título, el enfoque en las películas es indirecto, pero significativo, como los destellos de una linterna que ilumina las páginas.

Como telón de fondo, el cine se convierte en un compañero silencioso, fuente de referencias y símiles que nos recuerdan la influencia profunda que las películas tienen en nuestras vidas. En estos cuentos, la autora chilena demuestra su habilidad en el género para explorar las capas más turbulentas de la experiencia humana.

Temas como la maternidad, la pérdida, la infancia y la soledad, la escritura misma, la visión, las vidas de las mujeres, su esclavitud al mandato de la belleza y las presiones sociales que las asfixian, tienen lugar en estas páginas. Los personajes, cada uno a su manera, miran la vida queriendo aprender a perdonar, dejar ir y construir un presente que no se desvincule completamente del pasado.

Este libro se compone de lo que la propia autora ha llamado “casi cuentos”, historias que exploran atmósferas y situaciones inusuales, en donde los espacios y las casas desempeñan un papel importante. Navia admite su obsesión por los espacios cerrados, y busca desafiar las categorías tradicionales para explorar vínculos que no encajan en las convenciones habituales de la escritura de cuentos.

Portada del libro "Todo lo que aprendimos de las películas", de María José Navia, título finalista del Premio Internacional Ribera del Duero 2022. (Páginas de Espuma).Portada del libro «Todo lo que aprendimos de las películas», de María José Navia, título finalista del Premio Internacional Ribera del Duero 2022. (Páginas de Espuma).

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Para la autora, el cine es tanto una fuente de inspiración como una parte fundamental de su vida. No sería quién es hoy sin las películas que ha visto, señala, y cree que el cine y la literatura son dos formas diferentes, pero igualmente valiosas de contar historias y explorar la condición humana.

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Con buen tino, María José Navia nos recuerda que el cine es más que entretenimiento; es una forma de ver el mundo, de vernos en el mundo. Todo lo que aprendimos de las películas es, en últimas, una celebración de lo que somos a través del séptimo arte, pese a que a veces no seamos dignos de festejo alguno, y la confirmación de la innegable premisa de que el cine es siempre mejor que la vida.

— Este libro surgió durante la pandemia y en los cuentos que lo integran es posible encontrar algunos elementos de carácter distópico o futurista. ¿Cómo influyó, y qué tanto, la atmósfera global de ese momento en tu proceso creativo?

— Es raro porque mi libro anterior, Una música futura, tiene más cosas distópicas y fue escrito antes de la pandemia. Se publicó en 2020 y la gente decía que era muy preciso para ese momento, pero lo cierto es que ya lo tenía de antes. Lo había escrito en el 2019. Y en este nuevo libro, aunque me empeñé en no escribir nada que evocara la pandemia, sí es cierto que hay algunos guiños a, como tú dices, la atmósfera global del momento.

Cuando presenté el manuscrito al concurso, con siete relatos originalmente, ninguno hacía referencia a la pandemia, el más directo, quizá, es “Gretel”, que lo puse después. Era la pieza que le faltaba al libro, ese perfume a distopía, esa posibilidad de coquetear con ella, sin que el libro llegue a ser distópico del todo. Aquí hay historias familiares y de fondo se está acabando el agua, los peces ya no se pueden comer… hay ruiditos en el ambiente. Yo no quería que la pandemia estuviera presente en estos cuentos, pero cuando ya lo había terminado y comencé a revisarlo, pensé: “Este es, evidentemente, un libro de la pandemia”. Es un libro de gente encerrada en su casa. Son cuentos donde el espacio que se habita adquiere mucho protagonismo, y es el resultado de lo que una escritora encerrada en su casa, viendo películas como loca, ha conseguido.

— En Todo lo que aprendimos de las películas exploras distintos escenarios de las vidas de las mujeres: la esclavitud al mandato de la belleza, las presiones sociales que las asfixian… ¿Qué te motivó a tratar estos temas aquí?

— Hay una constante en mi obra, si hago el ejercicio de mirar hacia atrás, y es que las historias que me interesa contar son las de las mujeres. En mis libros, por lo general, los personajes principales son las mujeres, son las narradoras. Es algo que pasa, pero sí es cierto que con cada libro me atrevo a hacer una pirueta distinta para que no sea lo mismo. Entonces, una cosa que yo quería lograr aquí era que el cuerpo estuviera muy presente. En mis libros anteriores, mi exploración del mundo de las mujeres estaba más en sus cabezas y en lo que estaban sintiendo. Aquí, quería que el cuerpo importara, porque esas cabezas que tanto piensan están en cuerpos que sangran, cuerpos que duelen, que están enfermos, que son incómodos, que desean, que sienten placer. Yo quería que esos cuerpos estuvieran, y también quería que mis personajes pudieran ir creciendo, que estas mujeres pudieran pasar de la niñez a la adolescencia, y luego a la adultez. Quería verlas queriendo concebir y que sus cuerpos no les funcionaran; quería verlas cuando les llegaba una enfermedad que les altera los ojos… Mi idea era acercarme a los personajes femeninos, pero desde esas cosas que no se cuentan, las historias de esas mujeres que experimentan abortos espontáneos, que pierden hijos. Me quería meter en esas cosas que yo también veía a mi alrededor y que no las encontraba contadas en la literatura.

La escritora chilena María José Navia durante su participación en la Feria del Libro de Bucaramanga 2023. (Cortesía: Ulibro).La escritora chilena María José Navia durante su participación en la Feria del Libro de Bucaramanga 2023. (Cortesía: Ulibro).

— Si bien los cuentos se caracterizan por presentar situaciones y protagonistas distintos, aquí, como ya lo habías hecho previamente en algunos de tus libros anteriores, hay personajes que se repiten, creando conexiones entre las historias. ¿Hasta qué punto el cuento puede alimentarse de las estructuras de otros géneros y, aun así, seguir siendo calificado como tal?

— El cuento es lo mejor que me ha pasado. Es un género que puede absorberlo todo. En “Mal de ojo”, hay partes que son casi poemas. Creo que estos textos se pueden moldear y romper. Se trata de un género muy flexible que llega a dar esa ilusión de casi novela, pero sin serlo tal cual.

— ¿Cuál es el impacto, a nivel estético, que permiten esas conexiones en los textos?

— Cuando uno está escribiendo está ante un espacio de libertad total. Yo puedo hacer, literalmente, lo que a mí se me ocurra. Esa es la parte más feliz de escribir. Pero ya cuando armo el texto, empiezan a surgir restricciones. Yo no puedo hacer que un personaje del que digo que en el 2000 tenía 10 años, de repente, en el 2005 tiene 43. Hay una estructura a la que atender, pero a mí, esas limitantes me gustan también. Me hace bien pensar que me he puesto yo misma unas reglas de juego y dentro de ellas voy a jugar. Siento que escribir es como dibujar. Las palabras son dibujos sobre la página. De hecho, las primeras historias que escribimos las hacemos mediante el dibujo, por eso me gusta jugar tanto con la página. Todo se puede, en últimas.

— Cada texto lo sugiere de alguna forma, pero, ¿cuáles son las películas de las que tanto hemos aprendido?

— Aprendemos mucho de las películas y los escritores y escritoras, creo que un poco más. Son otras formas de construir ficción, y me gusta pensar que todo el tiempo estamos pensando en aprender cosas nuevas. Cuando escribo intento siempre estar leyendo, descifrando cómo es que se hace la pirueta. Y en el caso del cine, creo que es una suerte de educación sentimental. Uno primero ve en la pantalla un beso, antes de tener la experiencia de lo que es dar uno, y eso es peligroso, por cierto, ya que te lleva a idealizar cosas que no corresponden. Por eso las películas también han ido evolucionando con el tiempo y el tipo de historias que cuentan hoy no son las mismas de hace 50 o 60 años. El mundo está cambiando y con ello, el enfoque cinematográfico.

Mi película favorita es ‘Lost in Translation’, de Sofia Coppola, y cada vez que la veo, entiendo que esa película me enseñó a mirar y a prestar atención en esos vínculos sutiles, pero importantes, a entender que no porque algo no duró, no fue significativo. Se trata de salir del concepto del “vivieron felices para siempre”, que es muy de cuentos de hadas, y aceptar que se puede vivir feliz solo hoy, ahora, y eso también importa, y es lindo, y eso tiene un lugar en la literatura.

Entonces, siento que las películas me han enseñado a mirar y a prestarle atención al mundo a mi alrededor. Yo creo que las películas que nos marcan, los libros que nos marcan, nuestras canciones favoritas, todo forma parte de nuestra biografía, estamos atravesados por todas estas referencias. Por eso, cuando alguien me pregunta si mis cuentos son autobiográficos respondo que sí. No por que me hayan pasado exactamente todas esas cosas, sino porque vienen de mi imaginación y de todas estas cosas que han sido importantes para mí y que me hacen la escritora que soy hoy.

Feria del Libro de Bucaramanga 2023: Juventudes a cargo, los futuros posibles del escenario cultural en Colombia

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