Apropiación cultural en la moda
- En el arte, la labor textil o la música se mercantilizan objetos sin reconocer al autor.
- Las denuncias no prosperan y los casos exponen la disparidad entre hacedores y comerciantes.
El escándalo llegó con Latin Holiday de Wes Gordon, cuando el norteamericano, director creativo de Carolina Herrera, dijo haberse inspirado en países de la región para diseñar la colección resort 2020. Algo que picó tan alto que incluso provocó la respuesta del gobierno de México. Lo acusaron públicamente por haber plasmado en sus prendas, sin permiso alguno, elementos de las comunidades de Tenango de Doria en Hidalgo y del Istmo de Tehuantepec, entre otras.En Tenango de Doria nació uno de los bordados emblemáticos de la cultura mexicana considerados patrimonio cultural de México y patrimonio cultural del estado de Hidalgo. Foto: La Jornada
Sin dudas, este fue uno de los casos paradigmáticos que evidenciaron la cada vez más frecuente –o al menos más difundida– apropiación cultural en la escena de la moda. De hecho, el año pasado, Gordon mostró la labor conjunta que realizó con artesanos en la línea de ropa presentada en el Museo Anahuacalli de Ciudad de México.
Algo similar pasó en 2022 con Ralph Lauren, cuando la firma recibió directamente el reclamo de Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del entonces presidente Andrés Manuel López Obrador, por haber desarrollado prendas con referencias a los pueblos Contla y Saltillo.
También fue resonante el suceso de Adidas, por los patrones de los mosaicos zellige de origen marroquí, plasmados en una casaca de fútbol de Argelia que obviamente causaron la objeción de las autoridades de Marruecos. Eso sumado a las recurrentes copias en las factorías de los emporios de moda rápida (como la española Zara o la asiática Shein) que a pura velocidad suelen exhibirlas en sus percheros.
Y si bien no hay una taxonomía estipulada, las apropiaciones pueden percibirse en bordados originalmente artesanales que son replicados a máquina y a gran escala, otros que cambian de soporte y se transforman en estampas, lo mismo en los motivos textiles transpolados a telas manufacturadas, entre otros ejemplos.
Aunque también existen diseñadores que concurren a trabajar con artesanos más como una imposición que como una tarea conjunta o con la idea errónea de que si no fuera por su intervención ilustrada, los pueblos originarios no tendrían la posibilidad de dar a conocer sus saberes ancestrales.La casa de modas Ralph Lauren se disculpó luego de que la esposa de AMLO, el presidente mexicano, Beatriz Gutiérrez Müller, la acusara de plagiar diseños indígenas para elaborar una de sus prendas. Foto: @cultura_mx
Por el contrario, son estos creadores los que finalmente no asumen el desconocimiento que tienen a propósito del valor de las maneras de hacer o de los objetos de quienes los originaron. Peor aún, lo hacen obteniendo ganancias, en algunos casos exorbitantes, a costa de algo que no les pertenece. Esto último, se vuelve obsceno en la industria fashion ya que gran parte de las marcas denunciadas suelen ser de alta moda o formar parte de conglomerados de indumentaria.
Asimetrías
Lo cierto es que, el tráfico de información vía redes sociales hace que se conozca más rápidamente, a veces en simultáneo al momento en el que está pasando. Siendo este último uno de los aspectos positivos, mientras que, la contracara de la inmediatez y de la correspondiente viralización, es que la mayoría de las situaciones quedan solamente en lo discursivo, en la denuncia mediática, o incluso en la demagogia de algunos gobernantes.
Y como consecuencia, solo se obtiene una escueta disculpa por parte de los diseñadores y firmas involucradas, aunque no necesariamente un resarcimiento económico a los dañados, como tampoco una sanción ejemplar a los que se apropiaron del contenido.Adidas usó patrones de los mosaicos zellige de origen marroquí, en el diseño de camisetas de fútbol de Argelia. @lesiteinfo
“Todo el tiempo vemos casos”, reconoce Ángela Balderrama, artesana de la comunidad indígena de Amaicha del Valle, Tucumán. Lo advierten en las labores textiles, la medicina natural y la música, entre otros modos de hacer. Explica, además, Balderrama –quien representa a la quinta generación de tejedoras de su familia– que las apropiaciones pueden causar confusión con lo industrial y que, incluso, algunos revendedores se hacen pasar por artesanos. “Las culturas tienen sus propios símbolos y técnicas de hacer las cosas que, en algunos lugares, pueden ser parecidas”, analiza. “Pero hay códigos que respetar”, subraya.Artesanías de Amaicha del Valle, Tucumán.
Para Edward Salazar, investigador colombiano, doctorando en la Universidad de California, el elemento central para hablar de apropiación cultural es la desigualdad en las relaciones de poder. Esto está representado en, por un lado, los individuos que llegan de un contexto urbano, de sectores privilegiados; y por otro, personas racializadas que viven en condiciones precarizadas y que son dueñas de su oficio. En ese devenir –según el experto– prima la autoría y la historia del diseñador o la diseñadora, en detrimento del grupo ancestral que está dando su conocimiento.
Al mismo tiempo, destaca que estas comunidades terminan volviéndose obreros de su arte. Y esa subordinación a la mano de obra, se caracteriza por estar mal paga, darse en condiciones de explotación laboral o salarial, y con problemas de género. Cuestiones que amenazan la autonomía del grupo para, por ejemplo, determinar un precio.
Salazar enfatiza que el principio de funcionamiento de esos objetos no es solo económico, porque hay que tener en cuenta que están imbricados en relaciones históricas, familiares, culturales, simbólicas y religiosas que les dan existencia. “La apropiación es cultural porque vuelve mercancía algo que tiene vínculos sociales más complejos que el intercambio de dinero”, indica.
Avances
Bárbara Velasco, antropóloga chilena y presidenta para Latinoamérica del World Craft Council, explica que en términos de legislación en general los países se alinean a lo propuesto por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) y al Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para los Pueblos Indígenas. Esto se traduce en una adaptación del denominado Sello de Origen y da el ejemplo de Rapa Nui en Chile, cuya marca Tapa’o Tupuna, obtuvo ese reconocimiento de parte del Instituto Nacional de Propiedad Industrial (INAPI).
Velasco –quien además es docente en la Escuela de Artes y Oficios de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano– comenta que este tipo de consideraciones controlan quien la puede usar y establecen un modelo y una forma de hacer, en cuanto a las características y a la estructura. Algo que admite es más sencillo de definir cuando se trata de productos alimenticios porque hay una manera de prepararlos, pero esto no pasa necesariamente con las artesanías. “Existe una mirada de conocimientos colectivos, pero también está cada individuo en su proceso de creación”, sintetiza.
A su vez, el mexicano Carlos Lara G., doctorado en Derecho de la Cultura por la Universidad Carlos III de Madrid, recomienda no hablar de apropiación cultural porque es una categoría antropológica que, aclara, no aplica al territorio jurídico. Por eso plantea cambiarlo por apropiación indebida, delito que ya está tipificado en el Código Penal Federal de ese país. Dice además, que no se trata de un tema de legislación sino de mediación y ésta debería ser llevada a cabo por agentes culturales capacitados y certificados.
En ese marco, Lara esgrime que lo ideal sería lograr el traspaso de la explotación extractiva al aprovechamiento comercial de creaciones artesanales mediante cinco etapas. Primero debe hacerse el registro como bien cultural, para continuar con la catalogación; luego, la protección jurídica, un marco de comercio justo y finalmente, la difusión estratégica de ese bien.
Da el ejemplo de la muñeca Lele, emblemática de Amealco en el estado de Querétaro. Fue declarada Patrimonio Cultural en 2018 para evitar que sea apropiada y vendida indiscriminadamente en tiendas de departamento, como ya pasó anteriormente.Indígenas otomies venden muñecas similares a «Lele» en Ciudad de México (México). Foto: EFE/Sáshenka Gutiérrez
A su vez, para Velasco lo económico es basal, pero también insiste en que lo principal es el contexto cultural, el reconocimiento del otro, la pertinencia y saber sobre el significado de lo que se está utilizando. “El futuro apunta a la cocreación en igualdad de condiciones”, anticipa.
Perspectiva a la que adhiere Salazar, ya que implica la ruptura de las jerarquías y de la idea engañosa de la inspiración o curiosidad, para que se dé un diálogo entre dos o más actores. Aunque, el especialista –enfocado en análisis crítico de la moda– reconoce que el reto más grande está en reinventar la industria en el pasaje de la producción de un bien a, justamente, la cocreación en tanto espacio de reproducción de lo social y colectivo.
Reflexiona que esto tiene que darse para no seguir perpetuando la idea cíclica de la indumentaria, que termina siendo efímera, genera desperdicio, y se consume solo por la novedad, no por una relación afectiva con las cosas. “Mi sueño es que un día, una marca diga que va a trabajar con una comunidad”, expresa. “No solo por medio del objeto sino para entender sus luchas”, concluye.